Mi brazo conducido por un dulce delirio, se pliega en tu cintura cual jazmín en primavera, con los tallos de mis piernas, desgarrando tu costura... Descubres mis poros huecos con el filo de tus dedos, con tu pupila encendida, la infinidad de mi mirada. Como un manojo de dagas, te atravieso sin dejar herida...
Atraídos por un beso, tu cuerpo hacia mi cuerpo, como huracán de caricias, cual diluvio en mi pecho, ahogando gritos sin eco que agitan pieles dormidas.
Mil centellas iluminan, la noche de la ciudad vencida, por dos almas que se enlazan y obedecen al destino, hallándose al fin unidos, encendiendo la madrugada...
18/01/2008
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